Migración y Equilibrio Emocional.
Migrar lleva implícito tener expectativas y confrontarlas contra la realidad. Con lo cual, para lograr ajuste e integración, el proceso requiere del desarrollo de habilidades psicológicas, emocionales, sociales y conductuales.
Por menor impacto que tenga en la vida de la persona migrante, el cambio traerá consigo sentimientos de pérdida en cuanto a la cultura, vida diaria, alimentos, amistades, clima y situación laboral, entre otros.
Producto del cambio, es probable enfrentar desempleo y con ello, aislamiento social y sedentarismo. Dos malos consejeros que pueden traer consigo emociones como tristeza, ira, ausencia de alegría y/o placer, miedo, deprivación y preocupación.
Altos niveles de estrés migratorio pueden traer consigo agotamiento, tensión, pérdida del apetito, problemas del sueño, irritabilidad y desmotivación.
Estos son los ingredientes con que se puede materializar el cóctel llamado duelo migratorio. La migración, aunque sea voluntaria, es un proceso de cambio y pérdidas que pondrá en marcha todos los mecanismos implicados en el proceso de duelo. El cual, aparece como resultado del balance entre quien viaja y lo que se deja atrás.
Factores de distinta naturaleza predicen una mayor o menor probabilidad de desarrollar un duelo migratorio extremo. Aspectos de la vida previa como trabajo, reconocimiento, estatus, identidad, amigos/as y familia, se combinan, con amenazas como falta de oportunidades, temores, pobreza, caos y deterioro de la calidad de vida.
Si el antecedente es un estado de ánimo positivo, la crisis podrá conducir al mejor afrontamiento de las adversidades, floreciendo curiosidad, creatividad y resolución de problemas.
Sin embargo y debido a los obstáculos, la transición se puede vivir desde una perspectiva negativa, con sentimientos profundos de pérdida. Surgiendo el malestar, que a veces crece e incluso se niega. Al perpetuarse estos sentimientos, la persona puede volver a su país de origen en peores condiciones de las que tenía cuando se fue. Si no regresa, puede correr el riesgo de quedarse rumiando el mal sabor del fracaso, trabajando de forma muy dura, incluso de riesgo o, de transformase en una carga para el país de acogida.
En este punto puede surgir lo que el Doctor Joseba Achotegui ha denominado el Síndrome de Ulises, también conocido como Síndrome del Inmigrante con Estrés Crónico y Múltiple; cuya base psicológica y psicosocial se acompaña de una combinación de soledad, fracaso en el logro de los objetivos, vivencia de carencias extremas y terror.
Es importante mencionar que el Síndrome de Ulises se halla inmerso en el área de la prevención sanitaria y psicosocial más que en el área del tratamiento, y la intervención tendrá por objeto evitar que, la persona migrante que padece el cuadro, acabe empeorando y llegue a padecer un trastorno mental estándar (Achotegui, 2008). O una patología dual.
Cuando de ajustarse al cambio se refiere, existen creencias que pueden jugar en contra:
Pensar que no hay nada que pueda hacerse al respecto. Perder la esperanza.
Breves Recomendaciones:
En ocasiones se puede pensar en el país de origen como hogar. Desarrollar un concepto de hogar más flexible es vital. Una conceptualización de hogar más interna. “Sentir que soy mi verdadero hogar y que estará conmigo allí donde esté”.
Investigar. Los/as vecinos/as, conocidos/as, otras personas migrantes o autócnotas en general, pueden darnos ideas positivas para costruir redes y obtener apoyos.
La mejor mezcla para una migración lograda con ajuste y equilibrio emocional, es la apuesta por la autoestima y por la comunicación asertiva.
El desarrollo personal incrementa el bienestar psicológico.
El Chi Kung, Tai Chi o el Yoga son muy recomendables.
La formación profesional, o la extensión de los propios estudios pueden ser gratificantes y útiles.
El voluntariado y el apoyo a otros/as, puede alejarnos de las preocupaciones o pensamientos fatalistas anticipatorios.
Buscar apoyo psicológico y orientación profesional puede convertirse en una buena inversión.
Extracto del tema “Sin Llaves”.
Letra de Manolo García (1995)
MIGUEL CONSTENLA
Psicólogo de la Salud – Investigador Social y de Mercado
Máster en Ciencias Sociales y del Comportamiento
Especialista en Autoestima, Mediación y Parejas
@orbita.psicologica
Achotegui, J. (2008). Duelo migratorio extremo: El síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple (Síndrome de Ulises). Revista de Psicopatología y salud mental del niño y del adolescente, ISSN, 1695-8691.
Czechowicz, H., Peña-Czechowicz, S., Hernández, O., Zuloaga, A.. (2013). Inteligencia Migratoria. ¿Me quedo o me voy?. Ediciones B.
– Vector de pareja con maletas, refugiados e migrantes internacionales por @freepik en www.freepik.es
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