¿Cuestión de Derechas o de Izquierdas?
Son muchas las conversaciones entre familiares, amistades, colegas e incluso personas extrañas, que discurren en disputas sobre temas políticos. Entre discursos propios de derecha o, propios de izquierda. Pocas veces dichas conversaciones tienen un final dulce.
Si la conversación es sobre racismo, sexismo, homofobia, xenofobia, feminismo o derechos humanos, parecería que los límites están más claros. Pero son pocas las personas que sienten en peligro dichos límites, si la conversación involucra a la política. Es más difícil autopercibir un discurso que refleje estereotipos, si el tema es la política.
Es por ello que el siguiente artículo pretende abordar, con un enfoque científico, lo que conlleva individual y socialmente, las actitudes, pensamiento o personalidad autoritaria.
El tema abordado en este artículo, está enmarcado dentro de la psicología social, en uno de sus ámbitos de aplicación, la psicología política; que viene a ser el estudio científico de los factores psicológicos que determinan la conducta política y el efecto de los sistemas políticos en los procesos psicológicos (Knutson, 1973, también Sears, Huddy y Jervis, 2003 citados en Arias Orduña, A. V., Morales Domínguez, J. F., Nouvilas Pallejà, E., & Martínez-Rubio, J. L., 2012).
Las primeras investigaciones relacionadas con la intención del voto, encontraron la ideología individual como un factor determinante (Herrera y Seoane, 1989). Durante el desarrollo de la segunda guerra mundial, la investigación en Estados Unidos se centraba en encuestas de opinión y actitudes de las personas frente a los candidatos, partidos políticos y aspectos de las campañas electorales.
Tras la guerra aparece la teoría de la personalidad autoritaria de Adorno, Frenkel-Brunswick, Levinson y Sandford (1950). El marco de la investigación inicial fue el antisemitismo. En sus comienzos la teoría quería demostrar que ciertas personas son fascistas potenciales, aunque antes de convertirse en tales, poseen una alta susceptibilidad a este tipo de propaganda, muestran sentimientos antidemocráticos y presentan un tipo de personalidad específica (personalidad autoritaria).
Esta teoría contemplaba a la educación en casa como un pilar. Afirmaba que la educación severa y conforme a los códigos morales convencionales (de la época), hacía que hijos e hijas, se mostraran hostiles hacia sus padres y madres, sentimientos que después desplazarían hacia personas que podrían considerar más débiles o inferiores.
El desarrollo histórico del concepto de personalidad autoritaria conllevó con el tiempo al desarrollo de dos instrumentos de medición. La “Escala E” y la “Escala F”, destinadas a medir tendencia antidemocrática en los individuos (Adorno et al., 1950).
El estudio de la personalidad autoritaria llevaría, con el tiempo, a estudiar otro tipo de ideología. El etnocentrismo, término acuñado por Sumner en 1906, quien lo definió como:
Los aspectos básicos de la visión etnocéntrica son:
Tradicionalismo cultural
Los límites son la lengua, el acento, los rasgos físicos o la religión (Kurzban, Tooby y Cosmides, 2001). El etnocentrismo promueve la cooperación, coordinación, confianza y lealtad de una persona hacia los otros y otras del propio grupo.
La primera de las escalas desarrolladas y mencionada en párrafos anteriores fue la “Escala E”, que contenía tres subescalas: (a) prejuicios hacia afroamericanos; (b) prejuicio hacia otras minorías; y (c) patriotismo.
Posteriormente se elaboró la “Escala F” dirigida a evaluar las tendencias antidemocráticas implícitas o propensión hacia el fascismo, que según los autores, se desarrollaba en las personas cuando sus padres eran distantes y excesivamente disciplinados, y en el proceso de socialización han sido incapaces de expresar y sentir cariño hacia sus hijos y/o hijas. Este instrumento estaba compuesto por nueve subescalas que formaban lo que Adorno et al., denominaron síndrome autoritario.
El autor describía la estructura de la personalidad autoritaria como vulnerable a la propaganda antidemocrática, con un conformismo excesivamente rígido, sumisión a quien considera superiores, desprecio hacia quienes considera inferiores y una gran intolerancia hacia otras actitudes religiosas y sexuales.
Los autores no estuvieron libres de crítica metodológicas, de las cuales, la principal fue la equiparación entre autoritarismo e ideología de extrema derecha. Otros autores aportaron datos de un síndrome parecido en lo que denominaron autoritarismo de izquierdas.
En 1981, Altemeyer propuso otra escala. La “Escala RWA”, que entendía el autoritarismo como un fenómeno endogrupal. El autor rechazó la posición psicoanalítica original, no concibiendo al autoritarismo como una consecuencia del inconsciente y las primeras experiencias de la infancia; sino como originada durante el aprendizaje social. El desarrollo de esta escala estuvo orientada a medir el autoritarismo de derechas en tres subdimensiones::
Sumisión autoritaria: predisposición a juzgar como legítimo el poder de la autoridad en una sociedad.
Agresión autoritaria: creencia de que las personas o grupos que se desvían del orden establecido deben ser sancionados por las autoridades.
Convencionalismo: predisposición a apoyar convenciones y normas sociales, aprobadas por las autoridades
Toda la Teoría de la Personalidad Autoritaria contempla un proceso dual. Por un lado, la sumisión autoritaria (fenómeno endogrupal) que se caracteriza por el rechazo a todo lo que se desvía del orden establecido. Y por el otro lado, la dominancia autoritaria (fenómeno intergrupal) consistente con el rechazo a miembros de otros grupos, procedente de una predisposición etnocéntrica generalizada. Fue precisamente este último factor el que llevó al desarrollo de una cuarta escala denominada SDO (Escala de Orientación a la Dominancia Social) desarrollada por Prato, Sidanius, Stallworth y Malle (1994), en el marco de la denominada teoría de la dominancia social.
Esta teoría señala que las sociedades se estructuran sobre sistemas jerárquicos, en las cuales un grupo se erige como hegemónico, y se caracteriza por tener un mayor valor positivo que el resto, poseer mayor poder político, ejercer más influencia y gozar de un estatus social más elevado. Así como, un acceso más fácil a recursos importantes como vivienda, salud y educación entre otros.
La dominancia social predispone al individuo hacia las relaciones intergrupales jerárquicas y no igualitarias, a desear mantener la jerarquía social basada en grupos y por consiguiente, a la subordinación de los grupos inferiores a los grupos superiores.
Estas características correlacionan positivamente con el rechazo a las políticas de bienestar social, el apoyo a programas militares y a políticas punitivas como la pena de muerte.
La SDO también correlaciona con creencias conservadoras tanto religiosas como económicas, prejuicio étnico, sexismo y preferencia por partidos políticos de derecha (Pratto, Lui, Levin, Sidanius, Shih, Bachrach y Gengarty, 2000 citados en Arias Orduña, A. V., Morales Domínguez, J. F., Nouvilas Pallejà, E., & Martínez-Rubio, J. L., 2012).
Uno de los elementos centrales de la teoría es la asimetría comportamental. Se refiere a las diferencias comportamentales en personas que pertenecen a distintos sistemas jerárquicos. Comportamientos que vendrán a reforzar dicho sistema mediante ideologías, estereotipos y patrones de socialización.
Miembros de grupos desfavorecidos con altas puntuaciones en SDO adoptan estilos de justificación de su desigualdad, en lugar de enfrentarse al statu quo.
Para finalizar el artículo se expone la comparación efectuada entre la SDO y RWA realizada por Silván-Ferreo y Bustillos (2007) expuesta en Arias, et al., (2012).
Las consecuencias en personas con altas puntuaciones en RWA (Escala de Sumisión Autoritaria) serían: (a) percepción de autoprotección, motivación de control y seguridad; (b) percepción de peligrosidad en los exogrupos, en cuanto a seguridad, orden, estabilidad y sistema social; (c) la categorización del mundo social se producirá entre nosotros (gente buena y decentes) y los otros (personas perjudiciales y desviadas).
El resultado será, por tanto, sentimientos de miedo y amenaza ante personas de otros grupos. Y se cultivará la aceptación a las normas impuestas por figuras de autoridad que conlleven a un trato denigrante hacia el exogrupo.
Las consecuencias en personas con altas puntuaciones en SDO (Dominancia Autoritaria) serían: (a) mostrarán motivos de poder, autoensalzamiento y superioridad; (b) categorizarán el mundo social en buenos/as (nosotros/nosotras) y malos/as (ellos/ellas); (c) los grupos desfavorecidos justificarán su desigualdad al aceptar el statu quo que les perjudica.
El resultado será, por tanto, personas compitiendo por el poder y los recursos. Se cultivará entonces, el mantenimiento de la desigualdad que beneficia al endogrupo.
A fin de cuentas, el reforzamiento y cultivo del autoritarismo está a la orden del día en los medios de comunicación, e incluso en los sitemas políticos y educativos, alimentando un caldo de cultivo generador de maltrato intrafamiliar, violencia de género, desigualdad, políticas económicas contrarias a las necesidades de las poblaciones, precariedad, resentimiento y división social, generadoras de depresión, ansiedad., consumo y adicción, por nombrar algunas muy altas en las estadísticas.
La solución puede estar en la psicoeducación y cultivo de los valores adecuados, equitativos, igualitarios, democráticos, respetuosos de los derechos humanos y centrados en el respeto.
Extracto del tema “Manifiesto”.
Letra de Ilan Chester (1988)
MIGUEL CONSTENLA
Psicólogo de la Salud – Investigador Social y de Mercado
Máster en Ciencias Sociales y del Comportamiento
Especialista en Autoestima, Mediación y Parejas
@orbita.psicologica
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