El desarrollo psicosexual infantil así como el de la personalidad, se sucede según la maduración cognitiva de acuerdo a la cual, los niños y las niñas manejan la información que reciben del mundo que les rodea.
Esfera Cognitivo-Conductual:
Durante la primera infancia los niños y niñas de 0 a 2 años, interactúan con su mundo desde la “etapa sensorio-motora”, percibiendo a través de sus sentidos los estímulos humanos (rostro, voz, temperatura, tacto, caricia) que dan lugar a las conductas de unión (chupar, asir, llorar, mirar y sonreír), mediante las cuales progresivamente van estableciendo e internalizando vínculos afectivos con sus figuras cuidadoras (Piaget, 1972 en Philip Rice, 1997; Muñoz. A., s/f; Martin O. y Madrid E., 2006).
Esfera Afectiva:
Dependiendo de los vínculos de apego establecidos, se ha de formar y adquirir la seguridad emocional-social básica que les permitirá abrirse confiadamente a los demás a lo largo de sus vidas. En este sentido, el vínculo de apego durante la infancia, permitirá a los niños y niñas vivenciar el código que de grandes usarán en la intimidad sexual: “aprenden a tocar y ser tocados (sin otro límite que el del incesto y el abuso sexual), mirar y ser mirados confiadamente, acariciar y ser acariciados, abrazar y ser abrazados, decir palabras de amor y escucharlas, estar próximos físicamente al otro” (Junta de Andalucía; 1999).
Expresividad Sexual Infantil: Educación Inicial o Preescolar.
Esfera Cognitivo-Conductual:
A partir de la segunda infancia, los niños y las niñas entre 3 a 5 años continúan su vinculación con su mundo, ya desde la “etapa preoperacional”, (la cual se extenderá hasta los 7 años), aprendiendo a interactuar de un modo más complejo con su mundo circundante, mediante palabras e imágenes que incorpora gracias al desarrollo notorio de su pensamiento y el lenguaje. Estos les permiten expresarse claramente, contar historias, dominar los conceptos de “igual y diferente”, participar en juegos de fantasías, interesarse por nuevas experiencias, cooperar con pares, jugar a mamá-papá y verse como una persona plena e integrada: cuerpo-mente-sentimientos. Aunque se centran todavía en un solo aspecto del estímulo percibido y predomina el egocentrismo (creencia que todos/as ven el mundo igual que ellos/as); están ya en capacidad de entender la permanencia de los objetos/personas aunque no los perciban, es decir, mantener una imagen mental (Piaget, 1972 en Philip Rice, 1997; Muñoz A., s/f; American Academy of Pediatrics, 2014).
Esfera Afectiva:
El desarrollo de las habilidades cognitivas como la permanencia, contribuye con la seguridad emocional del niño o niña, nivel en que su incorporación al preescolar favorecerá sus nuevas relaciones interpersonales y el progresivo desarrollo de su incipiente independencia.
A este nivel, aún no han aprendido las pautas, la moral, ni las expectativas que lo rodean, sin embargo, se van insertando a un entorno social mayor, en los que entran en escena las reglas sociales (especialmente higiénicas por el control de esfínteres), el incremento de las prescripciones socioculturales del sistema sexo-género, (papel esperado según feminidad-masculinidad) y, finalmente la curiosidad sexual (conceptual, emocional e interpersonal). Misma que constituye un motor de la expresividad de inquietudes sexuales relacionadas con: cuerpo, genitales, origen de la vida, lugar por donde salen los bebés, cómo se hacen, emociones y placer (Martin O. y Madrid E.; 2006).
De acuerdo a los mensajes recibidos, se apreciará en esta etapa la auto-asignación que los niños y niñas harán: “soy un varón/niño”, “soy una hembra/niña”, según la cual elegirán vestimenta, juguetes y juegos, mediado por nuestras indicaciones y expectativas. Sin distinguir del todo de forma clara entre la identidad sexual y de género y, la expresividad de género. La primera, entendida como el juicio y sentimiento de saberse perteneciente a las categorías: hembra/niña/chica/mujer, diferente de varón/niño/chico/hombre. La segunda, entendida como la actitud y conducta acordes con las asignaciones del grupo de referencia: “soy masculino” diferente de “soy femenina”, manifestado en las actitudes y comportamientos psicosociales, según lo que la sociedad estima como propio de la hembra o del varón. (Junta de Andalucía, 1999, Guzmán, 2016).
Aunque en estas edades, la anatomía sexual infantil definida desde el nacimiento mantiene su estructura, no obstante, se reconoce que la fisiología del placer sexual se encuentra claramente desarrollada. Esto es: la sensibilidad sexual especialmente de los órganos genitales y la capacidad de erección en el varón y vasocongestión en la hembra. (Junta de Andalucía; 1999).
Para explicar estas respuestas sexuales, Bianco F. (1991, p.6) desde 1973, ha descrito el constructo de la Variante Fisiológica del Sexo y su Función como la: “Condición necesaria del organismo que permite el funcionamiento del Proceso de Diferenciación del Sexo y del Proceso de Activación de la Unidad Situación/Estímulo sexual – Respuesta sexual”.
De acuerdo a ello, se entiende que desde el aspecto biológico el ser humano nace con la condición para funcionar sexualmente y, desde el aspecto biopsicosocial tiene la capacidad de aprender a discriminar la función sexual. Aprendizaje que se desarrolla a los largo de tres períodos: (1) Período Indiferenciado de 0 a 8/10/12 años; (2) Período de Transición de 8/10/12 a 18/21 años y (3) Período Diferenciado a partir de 18/21 años de edad.
Según esta teoría, los niños y las niñas, se hallan en el periodo indiferenciado de su desarrollo sexual funcional, en el que no poseen ningún tipo de discriminación. Por tanto, su ejercicio de la función sexual, vale decir, sus respuestas sexuales, podrán ser provocadas por cualesquiera situaciones/estímulos sexuales (variante fisiológica del sexo y su función, en su más plena expresión).
Citando a Amezúa Ortega E. (s/f): “la erección de un niño suele provocar ya menos sorpresas en las madres, porque lo van viendo con más naturalidad. De todas formas, son hechos que pueden darse con frecuencia. Al año, a los dos años, a los tres…, cuando el niño está en su baño o cuando se le cambia de ropa, los contactos en sus órganos genitales provocan a veces la erección, con su correspondiente excitación”.
Revisando los datos aportados por diversos estudios, encontramos que ciertamente la respuesta sexual se manifiesta desde temprana edad, aunque de igual manera no pueda concluirse que se exprese a plena conciencia, en especial a menores edades, dada la consideración del desarrollo del pensamiento.
En 1943 Ramsey, describe que se habían masturbado el 5% de los niños menores de 6 años y el 10% de los niños de 7 años. En 1951 Beach y Ford, tras un estudio sobre la conducta sexual en las distintas culturas, señalaron que la mayoría de los niños realizaban exploración de sus genitales como parte de su autodescubrimiento y, si se les permitía, avanzaban progresivamente hacia la masturbación hacia los 8 años de edad. En 1953 Kinsey manifestó que el 32% de los niños menores de 1 año, eran capaces de tener conductas masturbatorias e incluso tener orgasmos. Además encontró que se habían masturbado a los 10 años el 13% y a los 12 años el 21% de los niños y el 12% de las niñas (Bardi A., Leyton C. y Martínez V., 2003).
Como se aprecia a partir de los hallazgos anteriores, las diversas conductas mediante las cuales, niños y niñas descubren su cuerpo en general y en particular sus genitales, con sus respectivas reacciones placenteras al tacto o caricia.
Previniendo el Abuso Sexual Infantil; Cuidándoles, Creyéndoles y Apoyándoles.
La autoestimulación referida arriba, constituye una expresividad esperada como parte del normal desarrollo psicosexual. Sin embargo, es motivo de preocupación y de búsqueda de apoyo profesional inmediato, cuando dicha conducta se torna repetitiva y sustitutiva de otras actividades recreativas de la etapa de desarrollo del niño o la niña, incluso muchas veces puede estar acompañada de angustia o erotización no acorde a lo esperado para la edad. Este es el caso de la masturbación compulsiva, que precisa de evaluación clínica y apoyo, para descartar experiencia reciente o actual de abuso sexual.
Excluyendo lo anterior, normalmente los niños tienen vida sexual, excitaciones sexuales, necesidades sexuales, y una especie de satisfacción sexual. Ignorar esto – dice Freud- es algo tan disparatado, como afirmar que nacemos sin órganos genitales y carecemos de ellos hasta la pubertad. No obstante, padres, madres y educadores han querido dar a la vida infantil un carácter asexual y en nombre de su función formativa han prohibido, perseguido y castigado las expresiones de aquello que supuestamente no existe. (Freud. S. 1984 en: López Y., 1999).
En síntesis, el ejercicio de la función sexual infantil: mirarse, tocarse, compararse, entre iguales o pares, suele representar experiencias cuya función es la exploración, el conocimiento y la discriminación, propias del armónico desarrollo de niños y niñas.
En tal sentido, es importante que madres, padres y docentes, asumamos desde una postura científica la activación del placer sexual infantil, entendiendo que puede ocurrir, por la vía de las interacciones y los juegos grupales e individuales. Abordar tal expresividad sexual con actitud comprensiva, así como positiva y, sin la malicia (probablemente fundada en experiencias personales negativas), será de mucho significado para el logro de la salud sexual de las venideras etapas de la vida de nuestros hijos, hijas y estudiantes.
La participación en Talleres de Asesoramiento Sexual, facilita a los/as adultos/as significantes de los/as niños/as, el hablar abiertamente acerca de sus preocupaciones sobre las conductas o expresividades sexuales de sus hijos e hijas en el hogar o en el preescolar, así como recibir y construir herramientas para llevar a cabo un manejo adecuado, sin temores, sin vergüenzas, sin mitos, sin castigos ni abusos sustentados en la ignorancia psicosexual.
Madres, padres, cuidadores y docentes que han compartido éstas experiencias formativas, se sienten más seguros/as en su desenvolvimiento formador, propio de la crianza y a su vez, han aumentado su receptividad ante la educación sexual consciente que se les pueda llevar a sus aulas de clases, de manera lúdica, respetuosa y centrada en valores-habilidades para la vida; sobre la base de cuatro pilares: (a) Prevención; (b) Protección; (c) Formación y, (d) Atención.
Con el tiempo, ven las ventajas sobre el sano desarrollo psicosexual de sus hijos/as, reflejado en sus actitudes positivas y conductas autocuidadoras y responsables en torno a su sexualidad y la de los demás, tanto en la pubertad siguiente, como en la adolescencia.
Guzmán, I. (4 de julio de 2016). Desarrollo Psicosexual I, de 0 a 7 años. grupoambos.com.
https://grupoambos.com/sexualidad-infantil-1/
Es especialista en el manejo cognitivo-conductual de trastornos sexuales, ansiedad, estrés, depresión y trauma por violencia sexual y de género. Facilitadora de programas psicoeducativos para la salud y métodos de relajación integral y creativa.
Bianco C. F. (1991): Sexología Definición y Concepto. Teoría de la Variante Fisiológica del Sexo y su Función. Propuesta. Editorial CIPV. Caracas.
Philip Rice (1997): Desarrollo Humano. Estudio del Ciclo Vital. Editorial Prentice-Hall Hispanoamericana S.A. México.
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